Actuación de clero Romano durante la guerra de Independencia
Al proclamar hidalgo la independencia nacional, el alto clero de la Nueva España brindó todo su enorme apoyo moral, económico, espiritual y material al gobierno español, para que no lográsemos nuestra independencia y continuásemos siendo esclavos de España, así lo consigna la Historia. Y es oportuno recordar el proverbio que dice: «los hechos son más elocuentes que las palabras».
Desde el momento en que se conoció enla capital de laNueva España la proclama de Hidalgo, inmediatamente el clero romano se puso de parte del gobierno español, y puso en juego toda la tremenda influencia que por siglos había ejercido sobre los habitantes de la Nueva España, recurriendo a las armas de la EXCOMUNIÓN y la negación de la absolución a los que luchaban o que simplemente simpatizaran con la idea de la libertad. Para los ignorantes gentes de aquellos tiempos, éstas eran las amenazas más tremendas que podían caer sobre ellas; en consecuencia, muchos de los insurgentes fueron delatados por curas y feligreses católicos, y otros volvieron a la obediencia del gobierno español por los consejos sacerdotales. También los mismos sacerdotes cometieron incalificables traiciones, entregando aún a sus mismos correligionarios, haciéndose pasar por los insurgentes y falsificando firmas de jefes insurgentes que militaban en las filas de la independencia.
La historia nos dice que los insurgentes se vieron obligados a expulsar a los frailes carmelitas de Tehuacán, Puebla, porque eran notorios sus esfuerzos para minar las tropas insurgentes, Muchos curas predicaron dentro de sus iglesias vehementes sermones políticos condenando la insurrección, haciéndola aparecer como el mayor ataque a la religión católica. (¿Encuentra usted alguna semejanza con lo que ocurre en nuestros días? ¡El papel de los curas ha sido siempre el mismo!) Las misiones se organizaron en México para mantener activa correspondencia con los jefes realistas (Calleja)e informales de todos los pasos ´y conversaciones de los adictos a la revolución. Varios curas comandaron también sanguinarios ejércitos realistas recibiendo en recompensa ascensos y titulos de canónigos (Como el cura Alvarez de Matehuala, el cura José María Semper, el cura Zambrano, etc,.) y bajo el mando del sanguinario jefe realista Régules, había la «legión eclesiástica de los clérigos y frailes» donde participaba el furibundo obispo Bergoza de Oaxaca. Otros, como el obispo de Puebla, González del Campillo, dieron un peso a cada uno de los 300 soldados del realista Saavedra y le ofrecieron el perdón de sus pecados si salían a combatir al gran Morelos. El dinero, el oro y la plata de lso templos fueron donados al gobierno español para prolongar nuestra esclavitud. (¿Eran éstos consejos y enseñanzas de Jesucristo? ¡De ninguna manera!). La Guerra de la independencia no se hubiera prolongado largos once años si el clero romano no hubiera tomado partido de lado del gobierno español, apoyándole con su enorme poderío m oral, espiritual, económico y material, y muchos miles de vidas útiles hubieran sido salvas; evitando también que la guerra de 1847 contra E.U. se hubiera perdido junto con la mitad de nuestro territorio nacional.
Los fusilamientos de Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, Morelos y de todos los grandes caudillos que cayeron prisioneros, tenían siempre la sanción del clero romano. La infernal inquisición puso en juego todo su poderío en contra de los insurgentes. Hidalgo y Morelos fueron degradados públicamente por haber pertenecido al clero romano con todo género de humillaciones y escarnios. (Hasta el año de 1953 la actitud de los jerarcas de la iglesia papal en México fue de rechazo a la labor de Hidalgo, cambiando radicalmente en ese año, cuando el 8 de mayo el arzobispo Luis Ma. Martínez ofició en la catedral una misa en honor de Hidalgo, comenzando a declarar que por el hecho de que Hidalgo se confesó antes de morir, fue recibido en el seno de la santa Iglesia Católica Romana.
En Chihuahua, Chih., antes de ser fusilado y decapitado Hidalgo, fue degradado por la orden del juez eclesiástico en una ceremonia prescrita por el Pontificado romano, llevándose a cabo de la siguiente manera: Se arregló un altar; sobre el crucifijo en medio de dos cirios encendidos, y en la plataforma colocaron 4 sillones en los cuales se sentaron el ministro de la degradación y 3 prelados asistentes, viendo al público y dando la espalda al altar. El canónigo Francisco Fernández Valentín ejecutó la degradación.
Con cuchillo e indignado y sin misericordia, raspó las manos y yemas de los dedos de Hidalgo, al tiempo que pronunciaba las siguientes palabras: «Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir, que recibisteis con la unción de las manos y los dedos». Luego le quitó la sotana y el alza-cuello, pronunciando lo siguiente: «Por autoridad del omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo y la nuestra, te quitamos el hábito clerical y te desnudamos del adorno de la religión y te despojamos, te desnudamos de todo orden, beneficio y privilegio clerical; y por ser indigno de la profesión eclesiástica, te devolvemos con ignominia al estado de hábito seglar». Acto seguido, con tijeras le cortó el cabello y un peluquero terminó la operación, haciendo desaparecer por completo la tonsura y pronunciando al mismo tiempo las siguientes palabras: «Te arrojo de la suerte del Señor como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdocio, a causa de la maldad de tu conducta».
Datos que debes conocer sobre la Excomunión de Hidalgo
1. El 24 de septiembre de 1810, Manuel Abad y Queipo, Obispo electo de Michoacán, promulgó un edicto de excomunión para el cura Miguel Hidalgo. Irónicamente, entre los argumentos utilizados por Abad y Queipo no se encontraba el tomar las armas siendo sacerdote, encabezar el movimiento rebelde; tampoco el «»seducir»» a la gente para unirse a la causa insurgente, ni mucho menos el saqueo o las matanzas que había permitido.
2. Abad y Queipo no podía excomulgar a Hidalgo por haber iniciado la guerra de Independencia debido a que reconocía como causa justa «»el derecho a oponerse al tirano»», doctrina sostenida por los propios teólogos españoles del siglo XVI, como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, en los que se había inspirado el propio Hidalgo.
3. Al momento de iniciar la guerra de independencia no había monarca español, la península ibérica estaba invadida por los franceses y la corona estaba en manos del usurpador José Bonaparte por lo que la lucha del cura Hidalgo en principio tenía justificación: era contra «el mal gobierno» y en defensa de la «santa religión«. Al levantarse en armas para defender la patria y la religión, Hidalgo encabezaba una causa, teológicamente justa, por la cual no podía ser excomulgado
4. Para Abad y Queipo era necesario excomulgar a Hidalgo a como diera lugar, no por una cuestión teológica, sino por algo más pragmático: evitar que más gente se sumara al movimiento insurgente. La excomunión tenía como fin último provocar miedo en la población, hacer dudar a los insurgentes de seguir a un hereje condenado a las llamas del infierno como lo sería Hidalgo bajo la excomunión.
5. Bajo esta lógica, Abad y Queipo encontró una chicana para poder excomulgarlo, y lo hizo «por haber atentado contra la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya». Hidalgo fue excomulgado simplemente por atentar contra la inmunidad eclesiástica, por haberse atrevido a tocar a otros sacerdotes, no obstante que ni siquiera hubo maltrato.
6. La excomunión de Hidalgo no fue legítima. De acuerdo con el derecho canónico, la facultad de excomulgar está reservada solamente a los obispos consagrados, Abad y Queipo era obispo electo por lo que no podía hacerlo. Sin embargo, cuando los insurgentes entraron a Valladolid, en octubre de 1810, luego de que Abad y Queipo huyera, el canónigo Mariano Escandón y Llera, levantó la excomunión lanzada contra Hidalgo. Al igual que Abad y Queipo, Escandón tampoco tenía facultades para hacerlo.
7. Existe la polémica de si el cura Hidalgo murió dentro de la iglesia católica. No cabe duda de que así fue. Poco antes de ser fusilado el 30 de julio de 1811 y luego de su degradación sacerdotal, Hidalgo recibió la confesión, la absolución y la comunión para morir en paz.
«MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA»
«EXCOMUNIÓN MAYOR»
Decreto lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Obispo de Michoacán de 1810 a 1815.
"Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos cánones, y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines y serafines: de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios:
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, ex-cura del pueblo de Dolores.
O excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todo poderoso Dios, lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no queremos ninguno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de él la luz por siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios, lo maldiga. Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan.
Y que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa y admirable compañía de mártires y confesores, quienes por su santa obra se encuentran aceptables al Dios omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Vírgen lo condene. Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades, que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen.
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.
Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él.
Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!
Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo buen árbol lleva buenos frutos; más el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto córtase y échase en el fuego. Así que, POR SUS FRUTOS LOS CONOCEREÍS»
Mateo 7:16-20
Juzgue usted mismo si los sacerdotes son representantes de Cristo o del Diablo.
SOLO JESUCRISTO PUEDE SALVARLE LEA LA BIBLIA
«Conocereís la verdad, y la verdad os libertará» (Juan 8:32)